domingo, 15 de julio de 2012

Tomo I - La Sociedad de Gentiles Caballeros

El gutural pitido del Gran Vent marcó las diez, cortando por un momento con el monótono "clipiti-clop" de los caballos sobre la piedra del camino. Corrí la cortina del carruaje para poder observar mejor la noche londinense y pude sentir el frío a traves de lo cristales. El ténue fulgor de las luces de gas se fundía en la niebla, dejando sólo entrever la fría piedra de las casas circundantes, una coraza vacía e impersonal. De sus cálidos habitantes no había vestigios en la dura noche, acurrucándose cual leños junto al fuego de su interior.

Antes de poder sumergirme nuevamente en mis cavilaciones, el carruaje se detuvo y con un suave pitido de vapor la puerta comenzó a abrirse, desplegando los engranajes de la escalera. Ajusté mi capa y mi sombrero de copa, y bajé del carruaje, sin más que un ademán hacia el cochero y sus ahora inertes corceles de bronce. Sólo el fulgor ténue de sus ojos rojos iluminaba los hilos de vapor que se elevaban de sus hocicos de metal.

Jonás "el seco" se hallaba en la puerta, enfundado en un traje desaliñado, que probablemente hubiera sido donado por la viuda de un caballero tan poco afortunado como él. Las rayas no estaban de moda hacían varios años en Londres, pero ni eso ni el penetrante frío parecía importarle demasiado, razón que atribuí a la botella que intentaba disimular.
- Buenas Noches, Ser William - dijo con un ademán mientras miraba de reojo mi carruaje, con desconfianza.
- Buenas Noches, Jonás - le respondí extendiendo un chelín que guardó automáticamente - ¿has comido algo todavía? Enviaré a Davis con una sopa, la noche está helada...
- Es usted muy amable, Ser... - inclinó la cabeza, sin nunca dejar de mirar mis caballos.
- ¿No te agrada el carruaje, Jonás? - pregunté, casi intuyendo su respuesta.
- No, Ser... - dijo con un poco de vergüenza.
- El Vapor mueve al mundo, Jonás, es hora de que lo aceptes...
- ¡Pero, Ser William! ¡El agua es la sangre de nuestro Señor Jesucristo! - se apresuró a decir. Su tono de voz bajó hasta hacerse casi inaudible - ... en cambio las llamas...
- ¿El instrumento de Lucifer? - completé para su sorpresa. Sus ojos se abrieron como si hubiera visto un demonio.
- ¡Redentor! - exhortó mientras se presignaba.
No debería jugar con las supersticiones de la gente, lo sé. Pero como hombre de ciencia sólo puedo tolerar una pequeña dosis de ignorancia. Lo dejé murmurando y entré al edificio. La sopa lo llevaría nuevamente a sus cabales.


El Gran Salón de la Sociedad de Gentiles Caballeros, o el "Club", como le decimos sus miembros, rebozaba de actividad. Las mujeres tienen prohibida la entrada a esta sagrada institución, así que por sus pasillos sólo pueden verse jovencitas de cortas faldas y turgentes escotes, cigarreras y mozas, sirviendo y recreando la vista de tan distinguidos miembros.

La banda, con sus grandes engranajes y fuelles, ejecutaba una melodía tranquila alimentada por sus gruesos tubos de bronce, mientras algunos grupos jugaban cartas y otros billar. Me acerqué a los sillones frente a la chimenea principal, los no tan jóvenes preferimos tareas menos ajetreadas, como los cigarros y el cognac.

Ser Winston Baldevere ya estaba allí, junto con otro gentil-hombre cuya identidad desconocía. Tenía un monóculo de bronce incrustado de forma tal que no parecía removerse de su cabeza, tal vez suplantando un ojo perdido en un accidente. La historia podía ser interesante, lo que me impulsó aún más a acercarme. Ser Manderly Braid estaba allí con su grueso vientre y sus pobladas patillas, al igual que Ser Bladford Weathley Stanford III con su tono elevado y sus gestos exagerados. Bladford era lo que llamábamos un "gentil heredero", es decir, un noble nacido en tanta fortuna que no había considerado jamás la necesidad de devolver algo a la humanidad con, por ejemplo, un trabajo o siquiera un mísero hobby. Bladford consideraba que su presencia era de por sí un gran regalo al mundo que todos deberíamos apreciar.

- ¡Ser William Higgs! - interrumpió Winston al verme aparecer. Todos callaron un momento para permitirme la inclusión al círculo de conversación.
- Ser Winston, Sers...
- Permítame presentarle al profesor Vladimir Azblanazi.
- Profesor... - al estrechar su mano enguantada pude ver los finos tubos en dorso, su mano también era prostética. Esto se ponía aún más interesante.
- Ser William es...
- Director de Mito-Arqueología del Museo Trans-Británico, - interrumpió el profesor Azblanazi - experto en civilizaciones pre-atlántidas y la persona viva que entiende más lenguas muertas sobre la faz de la tierra, ¿estoy en lo correcto?
- ¡Touché! - dije con una sonrisa, pero recuperando mi mano de su fría prisión. Su tono de voz me dio un breve escalofrío.
Ser Winston parecía un poco confuso.
- Debo disculparme, - dijo el profesor en su acento balcánico - si no he sido completamente honesto con usted, Ser Baldevere. Conocer a Ser William es realmente la razón de mi visita. Si ustedes saben disculparme, necesito unos minutos a solas con él.
- ¡Naturalmente! - respondió Ser Winston todavía sorprendido. - Cuando terminen con su negocio pueden compartir con nosotros unas copas de este excelente cognac...
- Este Napoleón IV no va a tomarse sólo... - añadió Bladford con una carcajada, dándonos el pié para dividirnos sin más gentilezas.

Nos alejamos unos metros, lo suficientemente cerca como para no ser descorteses pero lo suficientemente lejos como para que nuestro tono de voz no fuera audible. Encendí un cigarro. Un lento Zeppelin atravesaba el cielo encapotado, visible parcialmente por fuera del arco del ventanal.

- Iré al grano, - dijo el Profesor Azblanazi, como si hasta ahora hubiera dado algún rodeo. - Vengo a hablarle de Ser Roger Willmoore.
El nombre me golpeó como una bocanada de aire helado. Azblanazi pudo ver mi sorpresa e interceptó mi pregunta antes de que pudiera formularla.
- ¿Cómo lo conozco? Lo conocí antes de que partiera en su última expedición a las cuevas Ygghador, en Islandia.
- ¿Ser Roger ha vuelto? - atiné a a preguntar. Otro millón de preguntas comenzaron a agolparse en mi frente.
- Sí... y no.
Su ojo bueno se clavó por primera vez en los míos y cruzamos la mirada. Su otro ojo, en el fondo de su lente, era inescrutable.
- Ser Roger ha vuelto físicamente a Londres, sí... pero no puedo decir lo mismo de su intelecto.
- ¿Ha perdido la razón? - el millón de preguntas, lejos de evacuarse, se seguía incrementando.
- Podría decirse, sí. Pero antes de que pregunte qué ocurrió, debo confesarle que no lo sé. Sólo puedo deducir parte de lo que ha ocurrido. Ser Roger no ha podido explicarme nada. He venido a pedirle que me acompañe a verlo, tal vez usted pueda sacar algo que hemos pasado por alto.
- ¡Naturalmente! Ser Roger no sólo es un estimado colega... también es un amigo... qué desgracia...
- Sólo una cosa repite una y otra vez, y ahí esperaba que pudiera ayudarme aún antes de verlo. Una frase. La he escrito.

Azblanazi me extendió un papel con unos garabatos. Era un intento fonético por reproducir lo que probablemente Ser Roger en su insanía intentaba vocalizar. No eran sonidos naturales para un ser humano.

"Kbzub'tkch graburgh R'lye zkrtywe"

Formar estos sonidos en mi mente, el sólo reconocer su dialecto, me puso los pelos de punta. En su inhumano lenguaje, la frase decía:

"El agua es torturada. No más. R'lye vigila."

--------------------------------------------

En nuestro próximo episodio:

Tomo II-a - "Cita con Roger": Ser William acompaña al profesor Azblanazi al asilo a ver a Roger, para descubrir con estupor que no es el único discurso demencial que comienza a cobrar sentido.

Tomo II-b - "Cumbres Vaporosas": Ser William decide pasar primero por el museo, sólo para encontrar que una fuerza sobrenatural ya está intentando forzar su entrada a este mundo.

Tomo II-c - "Pánico y Locura en las Cuevas": meses atrás, la inminente expedición arqueológica en las cuevas de Islandia está a punto de transformarse en una experiencia aterradora.